“ENFOQUE FILOSÓFICO DE MONSEÑOR OSCAR ARNULFO ROMERO”.
Licenciado Guillermo
Antonio Aparicio Torres
El
Salvador, San Salvador, 20 de Marzo de 2015.
Qué significa un enfoque filosófico de la trayectoria
de Monseñor Romero.
Antes de todo
quiero afirmar que este tema es tan extenso que podrían escribirse libros
completos sobre el mismo. Su desarrollo es virtualmente inagotable, pues
inagotable ha sido el ejemplo de Monseñor Romero.
Entonces, lo que
contiene esta exposición es apenas una aproximación; un resumen apretado, breve
de lo que significó y sigue significando la vida de Monseñor Romero para los
salvadoreños, pero además, para todos los seres humanos.
El ejemplo de
Monseñor Romero trasciende al tiempo y al espacio. Trasciende a la sociedad
salvadoreña y se sitúa en el contexto entero de la Humanidad.
El sentido general del enfoque filosófico (Diferencia
con el enfoque Religioso).
Cuando hablamos
del “enfoque filosófico” nos referimos –normalmente-, a los aspectos más
generales del tema o del fenómeno del que estamos tratando.
Esta visión
general, esta búsqueda de lo general, es una tendencia humana, es un quehacer
humano en el marco de la interacción social. Esto significa que la actividad filosófica
es una actividad no sólo eminentemente humana, social, sino además, inevitable.
Que los seres humanos hayan buscado respuestas a los aspectos más generales de
la realidad, de su entorno, es lo que le permitió a los mismos seres, conocer
esta realidad…y, en consecuencia, trascenderla.
En el tema que nos
ocupa, tratar de establecer el sentido general de la obra de Monseñor Romero,
desde su vinculación directa con su entorno humano, desde el punto de su
integración a la permanente actividad social – humana en que ésta se da, es
relativamente fácil pues toda la obra de Monseñor Romero está impregnada de un
profundo contenido humano.
Es importante
señalar que un enfoque filosófico difiere de un enfoque religioso en cuanto que
la filosofía escudriña, explora la realidad para tratar de encontrar en ella,
las respuestas a las inquietudes generales que asaltan al pensamiento, mientras
que el enfoque religioso encuentra respuestas que pueden no pertenecer a esta
realidad.
En esta
presentación haremos énfasis en la dimensión filosófica, habida cuenta que la
dimensión religiosa es abordada en forma permanente en diferentes espacios.
Un aspecto general de la realidad: La
Vida.
Unas primeras
interrogantes que se nos vienen a la mente cuando vamos “despertando” a la
vida, a la interacción con otros, son: ¿quién soy yo? ¿de dónde viene esta
realidad mía? ¿cómo ha resultado todo esto que me rodea? ¿qué sentido tiene lo
que hago, lo que hacen los demás? (de este tipo hay muchas preguntas…)
Ciertamente, las
respuestas a estas preguntas no vienen dadas de forma inmediata, espontánea,
precisa.
En muchos casos ni
las encontramos.
En muchos casos
nos dedicamos a actividades tan apremiantes que ni tiempo nos queda para
encontrar o trabajar las respuestas.
En muchas ocasiones
resulta que son “otros” los que responden nuestras preguntas, sustituyendo
nuestra propia búsqueda. (y esto no siempre es lo mejor que nos puede pasar).
Y como dijimos que
estas reflexiones nos ponen frente a la realidad para cuestionarla y terminar
conociéndola, resulta que una de las primeras inquietudes que debemos resolver
con relativa urgencia, es la respuesta
por la vida, por nuestra propia vida, por la vida de los demás…
Y resulta que en
lo apremiante de resolver lo cotidiano, las respuestas a las preguntas sobre el
sentido de la vida, sobre el origen de esta vida, sobre el destino de esta
vida, se va confundiendo con ese mismo quehacer cotidiano por resolverla.
Primeramente, en sus planos materiales, más tarde, en sus planos espirituales,
morales, culturales, …
Pero no logramos
agotar la reflexión. Y entonces, resulta que los aspectos de la vida nos van
acompañando a lo largo de nuestra existencia… nuestra vida se vincula a la de
otros… nuestra visión de la vida se va ensanchando… y de pronto nos podemos
encontrar que una definición de una vida, de mi vida, resulta insuficiente, que la vida –como
preocupación filosófica-, no se refiere exclusivamente a mi vida… que la noción
de vida incluye a muchos… incluye: a
todos.
Con toda certeza
podemos afirmar que la práctica de Monseñor Romero estaba dedicada a esta
interpretación de la vida: Monseñor luchó por la vida de todos… Defensor de la
vida, no defendía su vida, defendía la vida de todos a la vez.
Al tener una
concepción de la vida que se sitúa por encima de lo cotidiano, del presente,
una concepción que trasciende al momento que se vive, se sitúa en el futuro.
Por eso, la lucha que Monseñor Romero libra a favor de la vida se refiere a la
vida de su pueblo, a la vida de todos los que considera sus hermanos. Y su denuncia se vuelve contra todo lo que amenaza
este sentido de la vida: contra todos los que acaban con la vida de su pueblo,
de sus hermanos.
(Recordemos aquella histórica frase: “¡….En el
nombre de Dios, pues, les pido, les ruego, les ordeno….CESE LA REPRESION !!!)
Esta dimensión
filosófica de la vida es de particular importancia porque demuestra en sí misma
que la visión ya no se tiene limitada a la valoración de una vida como tal sino
de la HUMANIDAD como la expresión superior de la existencia. Interesa la vida
de la Humanidad. Y, desde esa perspectiva, cada ser humano tiene la misma
importancia que los demás.
Y luchar y
defender la vida de un ser humano –cuando se tiene esa concepción de la vida-,
es luchar y defender la vida de la Humanidad.
Aquí es pertinente afirmar que el martirio de
Monseñor Romero es la expresión sublime del martirio de los caídos en la lucha
popular.
Otros aspectos generales: la Justicia, la
Libertad.
El camino para
llegar a comprender que la vida constituye un fin superior en el pensamiento y
en la acción de una persona, pasa necesariamente por comprender que hay otras
manifestaciones de la actividad social a las que se debe dar respuesta, otros
valores que tienen gran trascendencia: entre ellos está la Justicia.
La Justicia nos aproxima a la consideración
de igualdad entre los seres humanos, al amor hacia los semejantes, al respeto a
los demás sin importar su condición social, material.
La Justicia
demanda que todos alcancemos similares oportunidades de vida, condiciones
dignas de existencia y de relaciones.
Reclamar la
Justicia para todos, especialmente para los más desfavorecidos de la sociedad,
constituyó una de las más expresivas demandas en el discurso y en la acción de
Monseñor Romero.
La denuncia de las
injustas condiciones en que vivían los sectores populares más pobres, los más
humildes, llevó a Monseñor Romero a convertirse en “la voz de los ‘sin voz’”
Y desde estas
condiciones de injusticia en que los pobres son obligados a “vivir”, Monseñor
Romero denunciaba sus causas y legitimaba la acción y lucha de los desposeídos.
Desde luego, hay
una conexión clara, precisa y concreta entre las aspiraciones de Justicia,
específicamente de Justicia Social, con la expectativa de la vida.
No se puede
realizar la vida en un contexto de injusticia.
Es necesario
afirmar también el valor de la libertad.
La búsqueda de la libertad ha sido una constante de los seres humanos en toda
la historia. La libertad es la aspiración más preciada del ser humano. Incluso,
para millones de seres humanos, la libertad ha sido situada por encima de la
vida misma.
Pero es importante
señalar el sentido de la libertad. No se es libre únicamente por tener la
sensación de que podemos hacer exactamente lo que nos da la gana.
Esa libertad no es
circunstancial sino que carece de proyección.
El sentido de
libertad debe estar ligado a la obtención de las condiciones materiales y
espirituales que le permiten al ser humano realizarse como tal en el contexto
social en que interactúa.
No se es libre únicamente
por contar con las posibilidades de emigrar del país y salir en condiciones de
absoluta inseguridad recorriendo miles de kilómetros para encontrar mínimas
condiciones económicas que alivien la pobreza o la miseria de su familia.
Eso no es libertad.
Tampoco es libre
–en el sentido filosófico-, el que está obligado a vender su fuerza de trabajo
a otro por un salario que no cubre ni siquiera sus necesidades básicas y las de
su grupo familiar.
Tampoco es libre
el campesino que tiene como sus ingresos más seguros los jornales que obtiene
en las cortas de café, de algodón o la zafra de la caña de azúcar. Salarios que
nunca fueron suficientes ni para cubrir las necesidades elementales.
(si revisáramos
los periódicos de los años 70s, encontraríamos las “exigencias” de las
organizaciones campesinas en el marco de sus luchas reivindicativas: muchas de
esas “exigencias” eran aumentar en uno o
dos cucharones de frijoles para el almuerzo… )
Hay un momento en
la historia en que Monseñor Romero asume plenamente esta realidad, la hace
suya, comparte su visión y sus energías con todos los que están siendo víctimas
de la explotación, de persecución, y aboga y lucha junto a ellos por su
libertad…
Y es que la libertad y la justicia son dos
valores indisolubles, inseparables… no vive en justicia quien no vive en
libertad.
No es libre quien
no es justo.
No se puede
realizar la vida si no se tiene libertad.
Y para luchar por
la libertad es necesario estar junto a quienes no tienen libertad.
Monseñor Romero,
consciente de esta verdad, se situó al lado de los que luchaban por su
libertad.
Y nuevamente
podemos decir que el pensamiento de Monseñor Romero apuntaba al futuro. Su
lucha completa apuntó al futuro.
Este pueblo,
heredero del pensamiento, del ejemplo y del verbo de Monseñor Romero conoce hoy
los senderos de la libertad.
Por eso, la figura
de Monseñor Romero está en el horizonte. Señala los puntos de llegada. Señala
los ideales de la humanidad presente y la humanidad futura.
La trayectoria de monseñor Romero.
“Si me matan, resucitaré en mi pueblo”
Esta frase
posiblemente constituye la expresión más profunda y más humana de Monseñor
Romero.
Al contrario de lo
que se pueda imaginar, esta frase ponía a Monseñor Romero en una situación de
igualdad ante todos los que lo conocimos y lo escuchamos, los que lo amábamos y
creíamos en él, en su palabra y en su ejemplo.
Era una manera de
decir: “miren, soy tan igual a esa gente que persiguen, torturan, masacran y
asesinan, que si me matan, todos tendrán al mismo tiempo, una parte de mi… mi
ejemplo y mi mensaje lo continuarán miles y miles de gentes humildes, de gente
trabajadora y con esperanza, de gente que cree en la vida, en la justicia, en
la libertad y en la verdad… mi muerte no significará el final de esta gesta
heroica, porque esta gesta heroica no es mía sino nuestra…”
Posiblemente, esta
frase es la que más confundió y derrotó a sus asesinos. Los dueños de la muerte
y el terror eran vencidos por la vida, por la justicia y por la libertad.
La historia está
demostrando que así fue.
La dimensión filosófica de estos valores
evoluciona y se desarrolla en el mismo sentido en que evoluciona y se
desarrolla la sociedad, la cultura, en una palabra, la humanidad.
Finalmente, quiero
señalar que estos valores descritos, de los que Monseñor Romero hizo vida y
práctica, no son estáticos. Se desarrollan, evolucionan y se perfeccionan con
el mismo desarrollo de la sociedad.
Esta afirmación
nos permite decir dos cosas más:
La primera es que
Monseñor Romero vivió en un tiempo en que podía ver su presente y su futuro, y
plantear cuáles eran las urgencias y las aspiraciones del pueblo, de los
humildes, de los pobres, de los necesitados.
(hay una figura
que dice que el “Reino de Dios se vive en la tierra”)
Esa identificación
de Monseñor Romero no era casual, no podía ser fortuita. Más bien fue el
resultado de encontrar que las más caras aspiraciones de los seres humanos
marginados, excluidos, explotados, perseguidos, encarcelados, torturados,
masacrados, sólo podían ser alcanzadas a través de la denuncia de las causas
que originaban estos males.
Vivir para
Monseñor Romero era conquistar la libertad, era materializar la Justicia, era
superar las condiciones históricas y estructurales que provocan el sufrimiento
del pueblo.
Alcanzando una dimensión
profundamente humana, Monseñor Romero no podía ignorar a estos sectores de la
sociedad.
No se puede vivir,
No se puede ser
libre,
No se puede
alcanzar la Justicia sino se logra la libertad de todo el pueblo, si no se
alcanza la justicia social para todos.
La Humanidad es
solo una.
Si la humanidad
alcanza una concepción de la vida superior a los períodos históricos
anteriores, esta aspiración debe ser para todos.
Si la humanidad
alcanza una visión de Justicia superior a la visión de justicia que se tenía en
períodos históricos anteriores, esta aspiración de justicia debe ser para
todos.
Si la humanidad
alcanza una visión de libertad superior a las nociones de libertad que se
tenían en períodos históricos anteriores, esta noción de libertad debe ser válida
para todos.
Mientras exista
desigualdad, mientras exista injusticia, mientras los niveles de libertad no
garanticen una vida digna para todos, el ejemplo de Monseñor Romero, el
contenido de su denuncia, el sentido de su martirio, estarán vigentes.
Por eso, hoy como
antes, sigue vigente que Monseñor Romero resucitó en nosotros. Porque cada uno
de nosotros tiene una parte viva de Monseñor, una parte que es la que nos llama
a luchar por la libertad, por la Justicia, POR LA VIDA.
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