jueves, 16 de julio de 2015

“ENFOQUE FILOSÓFICO DE MONSEÑOR OSCAR ARNULFO ROMERO”.

ASOCIACIÓN SALVADOREÑA DE SOCIOLOGÍA




“ENFOQUE FILOSÓFICO DE MONSEÑOR OSCAR ARNULFO ROMERO”.



Licenciado Guillermo Antonio Aparicio Torres

El Salvador, San Salvador, 20 de Marzo de 2015.

Qué significa un enfoque filosófico de la trayectoria de Monseñor Romero.
Antes de todo quiero afirmar que este tema es tan extenso que podrían escribirse libros completos sobre el mismo. Su desarrollo es virtualmente inagotable, pues inagotable ha sido el ejemplo de Monseñor Romero.

Entonces, lo que contiene esta exposición es apenas una aproximación; un resumen apretado, breve de lo que significó y sigue significando la vida de Monseñor Romero para los salvadoreños, pero además, para todos los seres humanos.

El ejemplo de Monseñor Romero trasciende al tiempo y al espacio. Trasciende a la sociedad salvadoreña y se sitúa en el contexto entero de la Humanidad.

El sentido general del enfoque filosófico (Diferencia con el enfoque Religioso).

Cuando hablamos del “enfoque filosófico” nos referimos –normalmente-, a los aspectos más generales del tema o del fenómeno del que estamos tratando.

Esta visión general, esta búsqueda de lo general, es una tendencia humana, es un quehacer humano en el marco de la interacción social. Esto significa que la actividad filosófica es una actividad no sólo eminentemente humana, social, sino además, inevitable. Que los seres humanos hayan buscado respuestas a los aspectos más generales de la realidad, de su entorno, es lo que le permitió a los mismos seres, conocer esta realidad…y, en consecuencia, trascenderla.

En el tema que nos ocupa, tratar de establecer el sentido general de la obra de Monseñor Romero, desde su vinculación directa con su entorno humano, desde el punto de su integración a la permanente actividad social – humana en que ésta se da, es relativamente fácil pues toda la obra de Monseñor Romero está impregnada de un profundo contenido humano.

Es importante señalar que un enfoque filosófico difiere de un enfoque religioso en cuanto que la filosofía escudriña, explora la realidad para tratar de encontrar en ella, las respuestas a las inquietudes generales que asaltan al pensamiento, mientras que el enfoque religioso encuentra respuestas que pueden no pertenecer a esta realidad.

En esta presentación haremos énfasis en la dimensión filosófica, habida cuenta que la dimensión religiosa es abordada en forma permanente en diferentes espacios.

Un aspecto general de la realidad: La Vida.

Unas primeras interrogantes que se nos vienen a la mente cuando vamos “despertando” a la vida, a la interacción con otros, son: ¿quién soy yo? ¿de dónde viene esta realidad mía? ¿cómo ha resultado todo esto que me rodea? ¿qué sentido tiene lo que hago, lo que hacen los demás? (de este tipo hay muchas preguntas…)

Ciertamente, las respuestas a estas preguntas no vienen dadas de forma inmediata, espontánea, precisa.

En muchos casos ni las encontramos.

En muchos casos nos dedicamos a actividades tan apremiantes que ni tiempo nos queda para encontrar o trabajar las respuestas.

En muchas ocasiones resulta que son “otros” los que responden nuestras preguntas, sustituyendo nuestra propia búsqueda. (y esto no siempre es lo mejor que nos puede pasar).

Y como dijimos que estas reflexiones nos ponen frente a la realidad para cuestionarla y terminar conociéndola, resulta que una de las primeras inquietudes que debemos resolver con relativa urgencia, es la respuesta por la vida, por nuestra propia vida, por la vida de los demás…

Y resulta que en lo apremiante de resolver lo cotidiano, las respuestas a las preguntas sobre el sentido de la vida, sobre el origen de esta vida, sobre el destino de esta vida, se va confundiendo con ese mismo quehacer cotidiano por resolverla. Primeramente, en sus planos materiales, más tarde, en sus planos espirituales, morales, culturales, …

Pero no logramos agotar la reflexión. Y entonces, resulta que los aspectos de la vida nos van acompañando a lo largo de nuestra existencia… nuestra vida se vincula a la de otros… nuestra visión de la vida se va ensanchando… y de pronto nos podemos encontrar que una definición de una vida, de mi vida, resulta insuficiente, que la vida –como preocupación filosófica-, no se refiere exclusivamente a mi vida… que la noción de vida incluye a muchos… incluye: a todos.

Con toda certeza podemos afirmar que la práctica de Monseñor Romero estaba dedicada a esta interpretación de la vida: Monseñor luchó por la vida de todos… Defensor de la vida, no defendía su vida, defendía la vida de todos a la vez.

Al tener una concepción de la vida que se sitúa por encima de lo cotidiano, del presente, una concepción que trasciende al momento que se vive, se sitúa en el futuro. Por eso, la lucha que Monseñor Romero libra a favor de la vida se refiere a la vida de su pueblo, a la vida de todos los que considera sus hermanos. Y su denuncia se vuelve contra todo lo que amenaza este sentido de la vida: contra todos los que acaban con la vida de su pueblo, de sus hermanos.

(Recordemos aquella histórica frase: “¡….En el nombre de Dios, pues, les pido, les ruego, les ordeno….CESE LA REPRESION !!!)

Esta dimensión filosófica de la vida es de particular importancia porque demuestra en sí misma que la visión ya no se tiene limitada a la valoración de una vida como tal sino de la HUMANIDAD como la expresión superior de la existencia. Interesa la vida de la Humanidad. Y, desde esa perspectiva, cada ser humano tiene la misma importancia que los demás.

Y luchar y defender la vida de un ser humano –cuando se tiene esa concepción de la vida-, es luchar y defender la vida de la Humanidad.

Aquí es pertinente afirmar que el martirio de Monseñor Romero es la expresión sublime del martirio de los caídos en la lucha popular.

Otros aspectos generales: la Justicia, la Libertad.

El camino para llegar a comprender que la vida constituye un fin superior en el pensamiento y en la acción de una persona, pasa necesariamente por comprender que hay otras manifestaciones de la actividad social a las que se debe dar respuesta, otros valores que tienen gran trascendencia: entre ellos está la Justicia.

La Justicia nos aproxima a la consideración de igualdad entre los seres humanos, al amor hacia los semejantes, al respeto a los demás sin importar su condición social, material.
La Justicia demanda que todos alcancemos similares oportunidades de vida, condiciones dignas de existencia y de relaciones.

Reclamar la Justicia para todos, especialmente para los más desfavorecidos de la sociedad, constituyó una de las más expresivas demandas en el discurso y en la acción de Monseñor Romero.

La denuncia de las injustas condiciones en que vivían los sectores populares más pobres, los más humildes, llevó a Monseñor Romero a convertirse en “la voz de los ‘sin voz’”
Y desde estas condiciones de injusticia en que los pobres son obligados a “vivir”, Monseñor Romero denunciaba sus causas y legitimaba la acción y lucha de los desposeídos.
Desde luego, hay una conexión clara, precisa y concreta entre las aspiraciones de Justicia, específicamente de Justicia Social, con la expectativa de la vida.

No se puede realizar la vida en un contexto de injusticia.

Es necesario afirmar también el valor de la libertad. La búsqueda de la libertad ha sido una constante de los seres humanos en toda la historia. La libertad es la aspiración más preciada del ser humano. Incluso, para millones de seres humanos, la libertad ha sido situada por encima de la vida misma.

Pero es importante señalar el sentido de la libertad. No se es libre únicamente por tener la sensación de que podemos hacer exactamente lo que nos da la gana.
Esa libertad no es circunstancial sino que carece de proyección.

El sentido de libertad debe estar ligado a la obtención de las condiciones materiales y espirituales que le permiten al ser humano realizarse como tal en el contexto social en que interactúa.

No se es libre únicamente por contar con las posibilidades de emigrar del país y salir en condiciones de absoluta inseguridad recorriendo miles de kilómetros para encontrar mínimas condiciones económicas que alivien la pobreza o la miseria de su familia.
Eso no es libertad.

Tampoco es libre –en el sentido filosófico-, el que está obligado a vender su fuerza de trabajo a otro por un salario que no cubre ni siquiera sus necesidades básicas y las de su grupo familiar.

Tampoco es libre el campesino que tiene como sus ingresos más seguros los jornales que obtiene en las cortas de café, de algodón o la zafra de la caña de azúcar. Salarios que nunca fueron suficientes ni para cubrir las necesidades elementales.

(si revisáramos los periódicos de los años 70s, encontraríamos las “exigencias” de las organizaciones campesinas en el marco de sus luchas reivindicativas: muchas de esas “exigencias” eran aumentar en uno o dos cucharones de frijoles para el almuerzo…    )

Hay un momento en la historia en que Monseñor Romero asume plenamente esta realidad, la hace suya, comparte su visión y sus energías con todos los que están siendo víctimas de la explotación, de persecución, y aboga y lucha junto a ellos por su libertad…

Y es que la libertad y la justicia son dos valores indisolubles, inseparables… no vive en justicia quien no vive en libertad.

No es libre quien no es justo.
No se puede realizar la vida si no se tiene libertad.
Y para luchar por la libertad es necesario estar junto a quienes no tienen libertad.
Monseñor Romero, consciente de esta verdad, se situó al lado de los que luchaban por su libertad.

Y nuevamente podemos decir que el pensamiento de Monseñor Romero apuntaba al futuro. Su lucha completa apuntó al futuro.
Este pueblo, heredero del pensamiento, del ejemplo y del verbo de Monseñor Romero conoce hoy los senderos de la libertad.

Por eso, la figura de Monseñor Romero está en el horizonte. Señala los puntos de llegada. Señala los ideales de la humanidad presente y la humanidad futura.

La trayectoria de monseñor Romero.
“Si me matan, resucitaré en mi pueblo”

Esta frase posiblemente constituye la expresión más profunda y más humana de Monseñor Romero.

Al contrario de lo que se pueda imaginar, esta frase ponía a Monseñor Romero en una situación de igualdad ante todos los que lo conocimos y lo escuchamos, los que lo amábamos y creíamos en él, en su palabra y en su ejemplo.

Era una manera de decir: “miren, soy tan igual a esa gente que persiguen, torturan, masacran y asesinan, que si me matan, todos tendrán al mismo tiempo, una parte de mi… mi ejemplo y mi mensaje lo continuarán miles y miles de gentes humildes, de gente trabajadora y con esperanza, de gente que cree en la vida, en la justicia, en la libertad y en la verdad… mi muerte no significará el final de esta gesta heroica, porque esta gesta heroica no es mía sino nuestra…”

Posiblemente, esta frase es la que más confundió y derrotó a sus asesinos. Los dueños de la muerte y el terror eran vencidos por la vida, por la justicia y por la libertad.
La historia está demostrando que así fue.

La dimensión filosófica de estos valores evoluciona y se desarrolla en el mismo sentido en que evoluciona y se desarrolla la sociedad, la cultura, en una palabra, la humanidad.

Finalmente, quiero señalar que estos valores descritos, de los que Monseñor Romero hizo vida y práctica, no son estáticos. Se desarrollan, evolucionan y se perfeccionan con el mismo desarrollo de la sociedad.

Esta afirmación nos permite decir dos cosas más:
La primera es que Monseñor Romero vivió en un tiempo en que podía ver su presente y su futuro, y plantear cuáles eran las urgencias y las aspiraciones del pueblo, de los humildes, de los pobres, de los necesitados.

(hay una figura que dice que el “Reino de Dios se vive en la tierra”)

Esa identificación de Monseñor Romero no era casual, no podía ser fortuita. Más bien fue el resultado de encontrar que las más caras aspiraciones de los seres humanos marginados, excluidos, explotados, perseguidos, encarcelados, torturados, masacrados, sólo podían ser alcanzadas a través de la denuncia de las causas que originaban estos males.

Vivir para Monseñor Romero era conquistar la libertad, era materializar la Justicia, era superar las condiciones históricas y estructurales que provocan el sufrimiento del pueblo.
Alcanzando una dimensión profundamente humana, Monseñor Romero no podía ignorar a estos sectores de la sociedad.
No se puede vivir,
No se puede ser libre,
No se puede alcanzar la Justicia sino se logra la libertad de todo el pueblo, si no se alcanza la justicia social para todos.
La Humanidad es solo una.

Si la humanidad alcanza una concepción de la vida superior a los períodos históricos anteriores, esta aspiración debe ser para todos.

Si la humanidad alcanza una visión de Justicia superior a la visión de justicia que se tenía en períodos históricos anteriores, esta aspiración de justicia debe ser para todos.

Si la humanidad alcanza una visión de libertad superior a las nociones de libertad que se tenían en períodos históricos anteriores, esta noción de libertad debe ser válida para todos.
Mientras exista desigualdad, mientras exista injusticia, mientras los niveles de libertad no garanticen una vida digna para todos, el ejemplo de Monseñor Romero, el contenido de su denuncia, el sentido de su martirio, estarán vigentes.

Por eso, hoy como antes, sigue vigente que Monseñor Romero resucitó en nosotros. Porque cada uno de nosotros tiene una parte viva de Monseñor, una parte que es la que nos llama a luchar por la libertad, por la Justicia, POR LA VIDA.

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